Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Macabeos 15, 17-34

17 Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de
estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes,
decidieron no
resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que,
en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la
religión y el Templo.

18 En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus
hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal
era por el Templo consagrado.

19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor
la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.

20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían
concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los
elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba
dispuesta en las alas.

21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la
variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los
elefantes,
extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien
sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la
victoria a los que la merecen.

22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano,
enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca
de

185.000 hombres del ejército de Senaquerib;

23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante
de nosotros para infundir el temor y el espanto.

24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando
a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.


25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y
cantos de guerra,

26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre
invocaciones y plegarias.

27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón,
abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la
manifestación de Dios.

28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a
Nicanor caído, con su armadura.

29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.
30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y

alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus
compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la
cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes
ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.

32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel
infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;
33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó

que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la
paga de su insensatez.

34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor
del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha
conservado puro su Lugar Santo.»